Marcelo Larraquy sobre Gordon: “Una novela salvaje y criminal”

“En Gordon aparece una banda de delincuentes que está buscando su lugar en el mundo”, reflexiona el historiador y periodista Marcelo Larraquy, en diálogo telefónico con Ñ a raíz de la reciente publicación de la novela que tiene como oscuro centro del sistema narrativo a ese pistolero que pasó del delito común al terrorismo de Estado.
Aníbal Gordon, parapolicial y jefe de la Triple A.
Las influencias literarias del autor, los desafíos para abordar a un personaje como el que motoriza la historia, la combinación entre documentos e invención y una mirada novedosa sobre los 70 aparecen en la charla, envuelta en el pasado argentino, tan áspero como reconocible.
–En una reciente entrevista señalaste a Plata quemada, de Ricardo Piglia y los mecanismos narrativos de Roberto Bolaño como influencias a la hora de encarar la escritura de esta novela. Más allá de lo que haya sedimentado en Gordon, ¿cuáles fueron tus lecturas formativas en cuanto a ficción?
–Tuve una formación juvenil, la carrera de historiador y el trabajo de periodista me llevó a otro tipo de lecturas. De toda esa etapa juvenil lo que me marcó fue Piglia, el sonido “metálico” de su narrativa, el hecho de marcar las contrariedades y la adversidad de sus personajes de manera poética. Y siempre me gustó mucho Roberto Arlt, tantos su novelas como sus aguafuertes. Y también Cortázar. Esos tres autores fueron fundamentales para mí. Luego, las lecturas de Vargas Llosa y García Márquez, y sumo a Osvaldo Soriano. Yo ansiaba los libros de Soriano, muchos lo criticaban por su simpleza pero esa sencillez y el desamparo que transmitía a través de sus personajes me encantaban.
–En No habrá más pena ni olvido, de Soriano, aparecen las contradicciones violentas del peronismo en los ’70. En cierto modo, Gordon anticipa ese enfrentamiento.
–En esa novela siempre me impactó la contradicción interna del peronismo. Esa idea sobre el personaje de Mateo, acusado de “marxista infiltrado”. Me interesa la microhistoria, como trabaja Carlo Ginzburg, no solo por los detalles sino para buscar explicaciones generales. En Gordon aparece una banda de delincuentes que está buscando su lugar en el mundo. El personaje de Gordon es una oportunidad para, también, mostrar el nuevo mundo de las organizaciones políticas de aquellos años.
Gordon
Marcelo Larraquy
Editorial Sudamericana
–¿Por qué decidiste abordar a la figura de Gordon desde la ficción y no desde la investigación periodística, como en tus anteriores libros?
–En cierto modo era volver a aquellas lecturas juveniles, las de Piglia, Arlt, Cortázar, Soriano inclusive. Era contar una historia sobre personajes desesperados. He escrito libros como Galimberti, López Rega, o Primavera sangrienta, entre otros y quería que este libro tuviera un vuelo particular, que fuese un libro más vibrante, salvaje. Una novela te da más libertad, te permite soltar la voz. Quería hacer un buen libro, una buena novela. Quería que fuese una novela que marcara un cambio de rumbo en mi obra y que estuviese a la altura de mis otros libros. La locación la tenía pensada años antes de terminarla. Los personajes quedaron igual que en las primeras anotaciones que hice, aunque fueron cuatro años de escritura. Durante algunos meses dejaba de trabajar en la novela para pensarla más y después volvía a la escritura. Tenía que inventar e investigar, pero tampoco quería quedar prisionero de la investigación.
–Claro, como el historiador, que debe atenerse a las pruebas documentales que consigue…
–Sí, eso es como una bala de cañón. Gordon tiene respaldo histórico, no podía sacar esas partes. Además me enganché con la reconstrucción policial de los robos. El riesgo es que fuese farragosa la lectura. Busqué el equilibrio narrativo sin perder el desenfado, la novela tenía que tener cierto modo salvaje y criminal. Buscaba reconstruir una atmósfera violenta, delincuencial, con Gordon en el centro. “Soy el equilibrista que en el aire camina descalzo sobre un alambre de púas”, dice Piglia en una de sus obras y yo me sentía así.
–¿Por qué decidiste para Gordon ese recorte temporal, que va desde 1971-1973?
–Era el más desconocido sobre él, no había nada, era un desierto. Era contar lo desconocido, eso me atraía más. Y era hacer una novela sobre alguien del que no hay una biografía.
–Una idea remanida es decir, sobre cualquier novela o película, que es “una metáfora de la Argentina”. Sin llegar a ese punto, ¿qué aspectos de la idiosincrasia nacional te parece que la novela permite iluminar?
–(Piensa)…El libro recorre pensamientos y costumbres y posiciones casi sociológicas de la época. Uno podría decir: “¡Cuánta plata suelta había en la calle para que los delincuentes pudieran robar!” Eso habla de un consumo y una Argentina productiva. Retrata una época bastante próspera del país, al costado de la violencia que efectivamente sucedía. También me interesó el hecho de que hubiera tanto delincuente que mantuviera su fachada pública, o cómo robaban los primeros piratas del asfalto. Y también la idea de personajes marginales buscando ubicación. Hoy más que marginales serian casi de clase media. Están la clandestinidad, la delincuencia, la política violenta, todo bajo un tamiz de una Argentina más próspera que ahora. Y eso marca la lenta decadencia de los últimos cincuenta años, por decir un número. Decadencia provocada, también, por los perjuicios económicos ocasionados por la última dictadura. Se veía un país con prosperidad, aun en los personajes más débiles. Y se veía esto a de la banda del delincuente con “códigos”, algo de otra época.
Marcelo Larraquy es historiador, graduado en la Universidad de Buenos Aires, escritor y guionista. Fue jefe de la sección Investigaciones de Clarín (2011-2016) y trabajó en la revista Noticias (1995-2003).
–Todo el terrorismo estatal previo al golpe de 1976, con las actuaciones de bandas como la Triple A o Concentración Nacional Universitaria no ha sido muy revisitado por la ficción, tampoco por el cine. Y la Justicia ha avanzado poco al respecto. ¿Por qué sucede eso?
–Cuando trabajé sobre la Triple A en 2002, la causa estaba archivada. Me sentaba en una sillita en Tribunales y veía los expedientes y fotocopiaba. Eso era una metáfora de cómo los crímenes de la Triple A estaban en el fondo de la historia. Cuando se publicó López Rega, en 2004, también se generó un gran silencio alrededor del tema. Al reactivarse la causa, la Cámara Federal avaló en 2008 lo que se decía en ese libro. Al investigar sobre López Rega, en una entrevista a un militante peronista del Conurbano, que había estado vinculado a la JP, me decía: “Me persiguió la Triple A”. En realidad lo persiguió el peronismo. La Triple A en todo caso era una máscara del terror. Por eso el peronismo no vuelve sobre esos años. Es siempre incómodo reavivar esas brasas. O la idea de que Perón fue “engañado”. ¿Nadie se enteraba de lo que pasaba? ¿Nadie preguntaba?¿Perón, el ministro de Interior, la SIDE? López Rega no fue un invento desde la nada. Por supuesto, yo en mis libros jerarquizo el terrorismo de Estado posterior al golpe, pero antes había agentes paraestatales, como el propio Gordon.
Clarin